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Se vibra en lo cotidiano, se elige en lo sencillo, se abraza en lo más pobre.

Religiosas de JM, La Habana, Cuba
Religiosas de JM, La Habana, Cuba

 

La Habana, 2 de enero de 2008

Cuando preguntó por qué queríamos agradecer, apenas pudimos mirarnos. En esa casa de Altahabana, sencilla y acogedora, nos recibieron dos mujeres con los brazos abiertos y una mirada que desbordaba ternura. Sin conocernos éramos familia. Así nos abrazamos al vernos por primera vez. Y luego sentarnos a compartir su realidad como si el día anterior lo hubiésemos hecho lo mismo y el anterior al anterior y eso fuese casi una rutina habanera.

A Jesús María no se pertenece. Se es. Se vibra en lo cotidiano, se elige en lo sencillo, se abraza en lo más pobre. Ahí están ellas vibrando con el pueblo cubano. Eligiendo, abrazando, acompañando. Brindándole quizás lo poco y esencial que es el oído, el afecto, la cercanía. Tirando hacia un mismo lado que es la dignidad, conviviendo con las limitaciones que trae el sistema.

Cruzando esta frontera no existen los dogmas, los imprescindibles ritos católicos y las formas que nos llevan al cielo. Eso es el cielo… el Reino que tanto esperamos. Escucharlas es fascinante. La sonrisa en sus caras me dicen que eso es la felicidad, lejos de la perfección y la abundancia. Lejos de la constancia de recursos y la confianza ciega en cualquiera. Pero la felicidad como ninguno que viene de afuera pudiera imaginar.

Nos tendieron la mesa, nos cocinaron, nos abrieron las puertas y nos invitaron a adentrarnos al mundo de las religiosas de Jesús María en Cuba, más precisamente en la Habana, ya que hay otra comunidad en Mantua.
Cuando nos preguntó por qué queríamos agradecer, apenas pudimos mirarnos. A las dos se nos llenaron los ojos de lágrimas y Xime dejó escapar un «por la patria» que podría haber alcanzado para solventar las necesidades de agua del mes. Pero nos contuvimos.

Tuvimos mucho por lo que agradecer. Hablamos durante horas y el abrazo de despedida fue la confirmación de la intuición del de bienvenida. Eso de saber que bajo piel y a fuego en el corazón hay un «hacer conocer y amar a Jesús y a María”.

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